Repasando la bandeja de salida de mi correo electrónico, rescato un intercambio de reflexiones que mantuve con mi colega Carlos Herreros acerca de un escrito suyo sobre el Coaching para la felicidad (documento que ha ido completándose y que ha acabado convirtiéndose en el libro: El directivo feliz. Diaz de Santos, Madrid 2008). Os las “copypasteo”, por si pudieran seros de utilidad. Mi gratitud y mi reconocimiento, Carlos.
Me parece muy interesante y oportuno plantear el tema de la felicidad en los procesos de coaching para directivos. De la felicidad como valor añadido, como metacompetencia sustancial para la creatividad, para el emprendimiento, para la iniciativa, para la innovación... para, en definitiva, un desempeño "exitoso" desde una perspectiva integral.
En mi constructo sobre la felicidad, me pasa como en el propio proceso hacia ella: que está regido por la oblicuidad. He encontrado muchas más cosas interesantes sobre "eso que llamamos felicidad" en autores que no utilizan ese término, antes que en autores que lo emplean como concepto basal de sus investigaciones y reflexiones.
Mi aproximación a la felicidad estaría en la línea de "la búsqueda de sentido" (Logosofía, Victor Franklin). "El hombre autorrealizado" (Habraham Maslow). "El ser humano desalienado y comprometido con la búsqueda de la autenticidad" (Gestalt, Fritz Perls, Claudio Naranjo). "La aceptación e integración de la sombra" (enfoque Junguiano)...
La felicidad (y el acompañamiento de su búsqueda) yo siento (y pienso) que tiene que ver con el camino hacia la autenticidad. No puede haber autorrealización sin autenticidad, no puede haber autenticidad sin trascendencia del ego, y no puede haber felicidad desde la identidad secuestrada.
A mí, en esto de la felicidad, me resuena la conocida cita de Deming: "nada sucede sin transformación personal". Ninguna felicidad auténtica, profunda y duradera sucede, si no transformamos (trascendemos, vaciamos) nuestro ego.
Tú hablas de la búsqueda del placer asociándola a la felicidad, hablas del hedonismo... Yo pienso (en consonancia con los autores a los que hago referencia en los párrafos anteriores) que, en realidad, la auténtica felicidad pasa, inexorablemente, por transitar el dolor. Como solía decir Fritz Perls, la neurosis se inicia con la huida del dolor. Esa huida genera mecanismos de evitación que construyen una coraza que nos aleja de nuestra autenticidad. La inmensa mayoría de búsquedas de placer que observo en las organizaciones, son, en realidad, huidas del dolor, mecanismos defensivos que nos adormecen y que nos impiden estar con lo que hay.
En mis procesos de coaching percibo montañas ingentes de “supuesta felicidad”, que no es más que coraza y mentira. Tantos y tantos mecanismos de defensa para tapar, para autoengañarse. Ya no solo la racionalización a la que tú haces referencia: también la proyección, la formación reactiva, la negación, la deflexión... Acostumbrado a construir y a facilitar procesos de desaprendizaje basados en Micromundos, los cuales exigen decisiones inspiradas por estrategias de pensamiento contraintuitivas, donde los directivos tienden a equivocarse repetida y clamorosamente, he podido observar múltiples variantes de mecanismos de evitación y de defensa, de autoengaños y de analgésicos atontadores para no admitir lo que hay: los mismos que impiden afrontar el dolor y conseguir la paz interior, justo aquellos que, a la postre, tienden a ahuyentar la felicidad.
En mi desempeño constato, cada vez más, que la organización es uno de los ámbitos en los que más se acentúa la primera noble verdad del budismo: el sufrimiento existe. Observo y siento organizaciones diseñadas como máquinas de generar neurosis. Como sistemas que condicionan conductas sesgadas por la infelicidad. Donde en vez de autorrealizarte te autodestruyes. Donde la integridad (alinear lo que piensas, con lo que sientes, con lo que dices y con lo que haces) es una quimera. Por eso, la búsqueda de la felicidad (y el acompañamiento hacia la misma) me parece cada día más crítico. Pienso, siento y vivencio, en mis procesos de coaching y de desarrollo personal y profesional, que esa felicidad auténtica solo se consigue si hay un desarrollo de la conciencia. Si esa felicidad proviene del interior, del autoconocerse, del autotrascender la pseudoidentidad, del autoaceptarse (sombra incluida). Si eres capaz de ver al otro como parte de tu yo. Si eres capaz de sentirte fusionado con el otro, sin dejar de ser tú mismo. Si eres capaz de descubrir que, en algún nivel del sistema, el otro y tú no sois distintos, y por tanto, te duele a ti si le duele al otro, y te duele a ti si le duele al mundo (como diría Maturana). Siento que la felicidad es consustancial con el abordaje y con el tránsito del dolor fértil. Ese dolor que genera aprendizaje y compasión profunda; que encamina hacia el no-apego; que previene el sufrimiento. Como dice Guillermo Borja (gran terapeuta gestáltico), ninguna huida nos dará la libertad, ningún dejar de mirar lo que hay, por poco que nos guste, nos dará la felicidad auténtica.
Además, como coachs, solo podemos acompañar esa búsqueda de la felicidad desde el aquí y ahora; desde el manejo equilibrado, sutil y unipersonal de la aceptación y de la confrontación; desde las dosis justas de acogimiento y de frustración. Desde la desarticulación decidida y honesta de la manipulación defensiva y del hedonismo conformista, egoico y huidor; desde el no-juicio; desde la no-analítica racionalidad descriptiva, desde la no-ayuda que posibilita el autodarse cuenta (aunque duela); desde el no-señalamiento de los deberías...
3 comentarios:
Magnífica tu reflexión Juan. Tenemos que conocernos personalmente para intercambiar puntos de vista que para mi son muy iluminadores. Enhorabuena y sigue ilustrándonos: lo necesitamos
Totalmente de acuerdo con Carlos. Magnífico.
Gracias Carlos, gracias Mujer Insustancial. Es estimulante y alentador leer comentarios como los vuestros. Versos y sonrisas para ambos.
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