lunes, 19 de enero de 2009

Respuestas a la crisis del capitalismo


Ando estos días dándole vueltas al libro “El nuevo espíritu del capitalismo” de Boltansky y Chiapello. Tengo toda la impresión de que, muy especialmente, los que nos dedicamos al desarrollo de las personas en las organizaciones, estamos siendo utilizados para que el “neomanagement” capitalista pueda desvanecer toda crítica cultural, mientras alardea de que diseña e implementa políticas y actuaciones de “metamanagement”.

Siento que, más allá del trabajo que realizamos con cada uno de los grupos o con cada una de las personas, tenemos que coger perspectiva y tomar conciencia de la inautenticidad profunda de algunos de los planteamientos y de los discursos que, acerca del autoconocimiento, el desarrollo y la transformación de los seres humanos, diseñan y difunden los centros de propaganda de muchas organizaciones.

Cuando, como ahora, vienen mal dadas, esos “miembros de nuestro distinguido y apreciado capital humano", que hace cuatro días estaban tocando el tambor en equipo, "para experimentar una extasiante sensación de integridad y de cohesión grupal"; están, ahora, todos en sus casa, despedidos, porque, en realidad, por más que se alardeara desde los centros de propaganda, en vez de humanos, no eran más que recursos (como las máquinas y los procedimientos). Recursos en los que el capital ya nos está nada interesado dada su actual inutilidad para seguir multiplicando el dinero invertido.

Estaba yo en esas reflexiones, en las que apenas acabo de entrar, cuando así, de golpe, por algún tipo de sincronicidad junguiana, aparece ante mis ojos, en la edición del País del 15 de enero de 2009, un artículo en el que Joan Subirats, basándose justo en el libro que yo utilizaba como referencia, viene a resumir y a dar luz, magistralmente, a una buena parte de las sinuosas elucubraciones en las que me hallaba inmerso. ¡Mi reconocimiento y mi gratitud para las benditas sincronicidades junguianas!

Os adjunto una copia de ese artículo y os emplazo para próximas entradas en las que intentaré ir aclarando y significando mis reflexiones. Gracias Joan. Continuará…

Hace unos años, Luc Boltansky y Eve Chiapello publicaron en Francia un ambicioso libro, titulado El nuevo espíritu del capitalismo (Ediciones Akal), en el que, tras los pasos de Max Weber y su lectura del protestantismo, querían poner de relieve la capacidad del capitalismo de utilizar las críticas culturales e ideológicas a sus lógicas de funcionamiento, para refundarse continuamente. Tras la estela de Weber, quién con su célebre conexión entre protestantismo y capitalismo ayudó a entender mejor los mecanismos individuales de acumulación e innovación, los dos autores franceses conectan la revitalización del sistema capitalista de los últimos decenios, con su capacidad para asumir el mensaje romántico y de exaltación de la autonomía individual que surge de la crisis de legitimidad que impacta en el viejo capitalismo fordista a finales de los sesenta. De esta manera, entienden que los problemas con que se enfrentan muchos de los críticos del capitalismo contemporáneo, no derivan de la falta de consecuencias negativas del funcionamiento de un sistema que sigue condenando a sectores muy significativos de la población a la exclusión y al desamparo, sino de seguir basando esas críticas en argumentos obsoletos, defensivos y poco capaces de recoger las nuevas coordenadas de la explotación y la alienación capitalista. Interpretan la crisis del 68 como una crítica básicamente cultural y artística a un sistema económico de matriz homogeneizadora y rutinaria, que ahogaba la creatividad y la innovación. El nuevo espíritu capitalista parte de la superación de la lógica jerárquica, taylorista y tecnocrática, para fundarse en formas aparentemente más autónomas, relacionales y flexibles, que buscan aprovechar a fondo la creatividad de los asalariados, a costa de cuestionar su estabilidad y su seguridad, tanto material como psicológica.

Ese capitalismo recauchutado insufló nuevas maneras de encarar la producción, y a caballo de la revolución tecnológica, abrió las puertas a una forma de entender la empresa, más horizontal, premiando la colaboración de los empleados en la mejora de los procesos, con un funcionamiento basado en proyectos, de tal manera que se fortaleció la idea de la discontinuidad y la temporalidad como sinónimo de creatividad y flexibilidad. Un capitalismo convivencial, aparentemente participativo, que invitaba e invita a compartir, a trabajar en red, a saltarse rigideces y jerarquías. De tal manera que consigue adhesiones y deja obsoletas las críticas basadas en los viejos esquemas industrialistas que hablaban de sumisión y explotación sin participación. Camuflado en todo ese envoltorio de creatividad, viaja la precarización galopante del empleo, la constante desaparición de los empleos considerados excesivamente estables (por tanto poco creativos), la reducción de la protección de los trabajadores, el aumento de la intensidad y la duración de las jornadas de trabajo (con amplias facilidades para trabajar en red, a distancia o en cualquier estación o aeropuerto, siempre conectados). Cualquier crítica a esas nuevas maneras de operar puede caer fácilmente en argumentos que parecen reclamar una vuelta atrás, a tiempos más seguros, pero, al mismo tiempo, más oscuros, grises y alienantes.

Lo cierto es que, en los momentos actuales de confusión, esa renovación fundamentada aparentemente en la creatividad y la autonomía individual encuentra sus límites concretos en las personas que ven chocar su reforzada personalidad con estructuras productivas que llaman ahora a sacrificios y restricciones en aras de la supervivencia de las estructuras del sistema. Y es ahora cuando los envoltorios muestran su fragilidad y su inautenticidad, cuando la precariedad-flexibilidad deviene simplemente en paro, o cuando la autonomía individual, la movilidad y la conectividad total como sinónimo de modernidad sigue siendo sólo posible y rentable para algunos, mientras la cotidianidad se vuelve más difícil para la mayoría. En vez de cumplir la promesa de liberar todas las potencialidades creativas de cada individuo, lo que encontramos son las fronteras restrictivas e instrumentalizadoras de la racionalidad mercantil y consumista. Frente a la promesa (a lo Thatcher) de convertirnos todos en accionistas del gran negocio financiero universal, nos encontramos al final con meras amoralidades especulativas de las que se aprovechan unos pocos con los ahorros de otros muchos. Pero de nada sirven esas constataciones, si no se es capaz de buscar y profundizar en nuevas críticas que no sólo denuncien la engañosa transformación, sino que busquen enfrentarse a las raíces injustas y opresoras del sistema. Y sin duda, para ello, es muy importante fundamentar adecuadamente la crítica cultural y social al capitalismo realmente existente en estos inicios del siglo XXI, tanto a escala local como a escala global. Crítica cultural, ya que es sustancialmente cierto que la base de producción de valor es crecientemente cultural, y también que el capitalismo contemporáneo es una forma de vida, un conjunto de prácticas y de instituciones que no pueden ser separadas de sus fundamentos estructurales. Y crítica social, ya que sigue siendo también cierto a escala global y local, que afloran y se consolidan viejas y nuevas formas de explotación y desigualdad. Ésa es la labor que entiendo puede ejercer de nuevo el Foro Social Mundial, que en pocos días volverá a reunirse en Brasil, y que tiene ahora la oportunidad de ir cristalizando la labor movilizadora y sensibilizadora de estos últimos años. Quizá el foco no deba ser la estricta crítica al capitalismo como fundamento de la acción alternativa, sino la capacidad de implicar intelectual y emotivamente a un conjunto de personas y grupos para construir conjuntamente una sociedad más habitable y justa, con nuevas estructuras comunes, compartidas, radicalmente democráticas.


Documentos asociados contenidos en el blog:

Boltanski-Chiapello y la gran transformación [Alberto Riesco]
Crítica de libros de socioeconomía y management [Autores Varios]
El nuevo espíritu del capitalismo, introducción general [Luc Boltansky y Eve Chiapello]


Como de costumbre, os adjunto un video relacionado con el contenido de lo enunciado en el post.


viernes, 16 de enero de 2009

Facilitando procesos de cambio


Navegando por el proceloso mar en el que habitan mis textos seleccionados, me encuentro con este sucinto y memético escrito de Eugenio Moliní. Lo comparto con vosotr@s por si puede serviros de guía en estos convulsos, removidos y caosbióticos tiempos, atiborrados de mentiras, manipulaciones e inautenticidades.

Toda pretensión de predecir y controlar un proceso de cambio, desemboca automáticamente en la coerción. Y la coerción, por muy enmascarada que esté, crea su propia resistencia. Por eso, para conseguir el éxito, tenemos que basar nuestra práctica en principios muy simples:

1. La necesidad de cambiar emerge, no se impone.

2. Los implicados se comprometen si se les deja, si no se les deja se resisten.

3. La diversidad de pareceres es necesaria para crear un futuro convincente.

4. Cuanto más convincente es la visión, mayor es el compromiso para hacerla realidad.

La misión de las personas que facilitan el proceso de cambio es la de crear espacios para que los participantes puedan concretar su compromiso. Crear espacios, sin imponer, sin forzar, sin controlar y sin manipular.

QUÉ SENCILLO, QUÉ LÚCIDO, QUÉ SUCINTAMENTE CLARIFICADOR Y QUÉ TERRÍBLEMENTE DIFÍCIL.

Para cerrar el post, os inserto un vídeo que sugiere otra mirada…


jueves, 8 de enero de 2009

El futuro de los departamentos de formación en las organizaciones


Este año hará dos décadas que fundé, con dos socios más, una consultoría en formación. Esa organización, de la que me desvinculé un par de años después, es, a día de hoy, una de las más importantes empresas españolas dedicadas a la formación en las organizaciones. En 1999, hace diez años, para celebrar el décimo aniversario de su constitución, me pidieron que redactara un breve artículo acerca de algún tema que considerara interesante en relación a los departamentos de formación en las organizaciones: querían incluirlo en un número especial de su revista. Accedí a ello y redacté e hice llegar a la persona responsable, el artículo solicitado. Después de unos días, uno de mis antiguos socios, en calidad de gerente de la consultoría a la que me refiero, me comunicó que no iban a publicar el artículo que les acababa de entregar. Me vino a decir que, aunque estaba de acuerdo con la mayoría de las cosas que yo decía en el escrito, no era conveniente ser tan explícito con los clientes, no fuera a ser que se lo tomaran a mal.

La cosa quedó así y ese documento ha permanecido olvidado, durante diez años, en algún recóndito lugar de los diferentes discos duros, de los cuatro o cinco ordenadores que he tenido desde entonces.

Hoy, unos diez años después de escribir ese artículo, justo el año en el que se celebra el veinte aniversario de la constitución de esa organización, buceando en el disco duro de mi ordenador actual, me he topado con el susodicho documento. Le he echado una rápida ojeada, he esbozado una nostálgica sonrisa y he decidido lanzarlo a la inmensidad del mundo a través de mi blog. Después me he dicho: pero qué poco han cambiado las cosas en algunos ámbitos, en los últimos diez años…

Os dejo con el censurado artículo. Espero que os sirva.



Habitualmente, en las empresas, se considera un significativo avance organizacional disponer de un amplio y bien dotado departamento de Formación. Sin embargo, actualmente, están sucediendo cosas que nos hacen reflexionar acerca de la validez de la primera afirmación planteada. Cosas tales como las siguientes:

- Los departamentos de formación han engordado de forma rolliza a base de un exceso de grasa y a costa de músculo. Este hecho hace que su competitividad sea significativamente deficitaria.

- Los departamentos de formación se han llenado de "ogos" y "ólogos" (pedagogos, psicólogos, sociólogos...) que manejan una bonita palabrería y unas sugerentes teorías pero que, a la hora de la verdad, no conectan con las necesidades reales de la organización.

- En los departamentos de formación se produce un abuso desproporcionado del maquillaje: cifras cuadradas a martillazos, cursos fantasmas, acciones formativas que se realizan sólo porque están subvencionadas...

- En los departamentos de formación... (añada todo lo que está pensando).

Por tanto, ya empieza a ser hora de DESTRUIR los departamentos de formación. En el futuro, las organizaciones competitivas con estructuras organizacionales avanzadas y racionales, tenderán a prescindir de esos departamentos tal como los entendemos y los vemos ahora. En esas organizaciones, el departamento de formación estará reducido a la mínima expresión. La mayor parte de su conocimiento será transferido a cada uno de los responsables de los equipos de trabajo. Esos responsables actuarán como verdaderos directores e impulsores de sus recursos humanos. Los técnicos en formación se reconvertirán en consultores internos y esos consultores internos se apoyarán, de forma significativa, en consultores externos. Desaparecerá la grasa fofa y aparecerá el músculo potente. Los "ogos" y los "ólogos" se olvidarán de las vaguedades y de la nimiedades que aprendieron en sus respectivas facultades, y aprenderán, por fin, que en una organización, el conocimiento que no se aplica es un puro despilfarro. Se abandonará el maquillaje desproporcionado y chillón, y, de una vez por todas, lo real y lo formal tenderán a confluir. Se asumirá la formación como una inversión y como una política estratégica fundamental y no como un gasto. Por tanto, desaparecerá la fiebre de la subvención fácil y del curso malo pero gratis...

En definitiva, en ese tipo empresas organizacionalmente racionales, trabajar y aprender será un binomio natural y cotidiano, cosa que nunca tuvo que dejar de ser.
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